• Sentía como la estrechez de su recto cedía a mis empujes, mientras observaba como ella se sostenía apoyando sus palmas abiertas sobre la fría baldosa. Veía sus pechos colgar y balancearse con cada penetración, lo que me incitó a echarme hacia adelante y agarrarlos con fuerza, en esa postura podía metérsela hasta el fondo y morder su cuello al mismo tiempo lo que hizo que jadease con más fuerza.

    Eran casi las ocho. El aire en la calle casi ardía del sofocante calor que hacía aquella tarde de agosto. Yo iba de camino a la peluquería. Siempre iba a la misma, a la que mi madre iba de toda la vida, ya que, dada la confianza, María José, me cortaba el pelo fuera del horario comercial, lo cual a mi me venía genial ya que de otra forma sólo podría ir el sábado.

    Llegaba ya tarde, iba con el paso apurado sintiendo mi camisa pegada a la espalda por culpa del sudor. Llegué al local y estaba la verja medio bajada, me agaché y pasé. Entré como si estuviera en mi casa y no vi a Mariajo por ningún lado. Bajé las escaleras y me encontré a su hija de espaldas. Apenas tenía confianza con ella, ya que aunque nos conocíamos desde niños ella era muy tímida y apenas hablaba conmigo. Siempre me había parecido la típica rubia tonta, simple, aunque ya sé que no está bien prejuzgar. Es alta (175cm) y tiene, la verdad, muy buen tipo, un cuerpo delgadito con un culo muy bien hecho y unos grandes pechos desproporcionados para su delgadez. Como os dije estaba de espaldas, vestía una camiseta blanca algo ajustada y unas mallas negras que se ajustaban a su culo firmemente. Antes de abrir la boca me quedé observando aquellas nalgas tan redondeadas, daban ganas de amarrarlas con fuerza. Ella debió presentir mi presencia porque se giró y se asustó al no esperarse a nadie allí dentro.

    “¡Hola Ainhoa!” le dije. Con sus ojos azules llenos de timidez me dijo que se había asustado. Me disculpé, aunque me costaba concentrarme en su cara ya que al girarse me fijé en que su camiseta estaba mojada y se le transparentaban sus enormes pechos aprisionados en un sujetador negro. “¿Está tu madre?”, le pregunté. Ella me explicó que se había ido urgentemente porque su hermana (algo más pequeña) le había pedido si le acompañaba a un recado. Le comenté que había quedado con ella para cortarme el pelo, pero que ya volvería al día siguiente. Cuando ya subía la escalera para marcharme titubeantemente me dijo que si me urgía me lo podía cortar ella. Ciertamente no era que necesitase un corte de forma inmediata, pero acepté su propuesta.

    Me senté en uno de los asientos para que me lavara la cabeza y ella me explicó que no tenía tanta experiencia como su madre, que la disculpara si no me quedaba perfecto. Traté de tranquilizarla y le dije que experimentara conmigo, que fuera su “conejillo de indias”. Ella sonrió mostrándose algo más relajada. Podía verla por el espejo que tenía enfrente de mí, concentrada en lo que hacía, con sus rizos rubios cayendo por su cara a pesar del día, la veía encantada de conocer esos secretos de la adolescencia de su madre, aunque tampoco le sorprendían en exceso, ya que María José se le veía a leguas ser una mujer de mundo. Entonces me empezó a contar que ella también había hecho alguna que otra, que no era tan angelito como aparentaba. En respuesta a mis preguntas curiosas me contó que llevaba ya algún tiempo con un chico y, si bien su madre ahora ya lo sabía, cuando comenzaron le decía que se iba con amigas para marcharse de acampada con aquel chico.

    Ciertamente no me imaginaba a Ainhoa mintiéndole a su madre ya que se le debía notar la mentira en la cara de forma muy evidente, otra cosa es que su madre se hiciera la loca. Me contó que habían fumado porros muchas veces, pero que a ella le sentaban mal. Al decir esto noté como se sonrojaba y le pregunté con curiosidad el porqué. Ella se puso aún más roja y se quedó callada. La dije que perdonara mi indiscreción, que no quería violentarla. Entonces se armó de valor y me dijo que la ponían muy nerviosa, que la inquietaban mucho.. Me quedé a la expectativa, esperando que continuara. Tenía la mirada baja como si se escondiera de la vergüenza, así que la animé diciéndole que esas cosas nos habían pasado a algunos, que no se preocupase.

    Movida por esa inusitada confidencialidad me explicó que ella tenía mucho autocontrol sobre si misma sobre todo en lo que a sexo se refiere. Toda su vida había despertado el apetito sexual de los chicos por obvias razones y que siempre había esperado mucho antes de avanzar en ese sentido con sus parejas. En aquella acampada estaban en una tienda de campaña: una pareja, dos chicos, su novio y ella. Pronto el reducido espacio se convirtió en una campana de humo y todos se reían por cualquier tontería. Ella sentía algo extraño, una enorme excitación sin motivo aparente y se sentía rara. Me contó como la pareja pronto se puso a lo suyo y que ella se vio sola en medio de tres chicos. La conversación pronto se volvió algo picante y empezaron a vacilar a la pareja, por lo que, buscando intimidad, se fueron a la otra tienda. Allí, en medio de tres varones en un espacio reducido, con la única luz de una linterna, se sentía completamente excitada. Su novio la besó y ella suspiró de manera muy intensa. Antes de que se diera cuenta estaban los tres metiéndole mano, sobándola por todas partes y no podía dejar de gemir.

    Llegados a este punto ella finalizó el relato sumida en una infinita vergüenza. Yo no podía quitarme de la cabeza la imagen de los tres tíos montándoselo con ella, así que forcé la situación y seguí preguntando. Le dije que si ella los había incitado o si les había dijo que no. Me explicó que ella les dijo que parasen, que aquello no le hacía gracia, pero que cada vez que sentía una mano en su culo o en sus pechos se excitaba aún más, que su cabeza iba por un lado y su cuerpo por otro. El morbo de esta situación me excitó aún más, dentro de aquella chica tímida había una ninfómana buscando libertad.

    Me llevó a la silla de corte, por lo que ahora estábamos mucho más cerca del espejo y la podía ver mejor. Tras unos minutos de silencio le dije “perdona mi curiosidad pero… ¿después de todo disfrutaste?”. Ella volvió a ponerse como un tomate, por lo que no hizo falta respuesta alguna. Le dije que no pasaba nada malo que estaba bien probar cosas nuevas. Ella me dijo que lo que le preocupaba era que si fumaba no tenía ningún autocontrol y que cualquiera podía hacer lo que quería, mientras me hablaba intentaba concentrarme en su cara, aunque no conseguí evitar echar alguna ojeada a aquellos grandes senos. Mientras pensaba en sus pezones me sacó de mis pensamientos al decirme que ya había terminado, y es que entre tanta conversación ni me había fijado en el corte de pelo. No estaba mal, no tenía la pericia de su madre pero me veía bien.

    Le dije que lo había hecho muy bien y le pregunté que cuanto era, pero no me quiso cobrar. Cuando ya enfilaba hacia la puerta me giré y le dije que si quería que la esperase a que cerrase, ya que ya había anochecido. Algo dudosa, me dijo que sí, que se iba a cambiar y ya salía. Se metió en una puerta que había al fondo y me quedé esperándola.

    Estaba muy excitado, casi turbado por toda la conversación, y mi cabeza no dejaba de imaginar que ella estaba desnudándose detrás de aquella puerta. Como tardaba fui al baño que se encontraba detrás de un tabique a unos metros de la habitación donde ella se encontraba. Bajé mis pantalones y vi mi polla algo dura con la punta empapada por la excitación. Casi por inercia empecé a acariciarme pensando en la conversación, en la tienda de campaña, etc, y enseguida se me puso tiesa como un palo. Entonces comencé a escuchar cómo me llamaba. Cuando iba a decirle que estaba en el baño algo pasó por mi cabeza que enmudeció mi voz. Ella preguntó un par de veces y comencé a escuchar sus pasos por el local buscándome. Salí del baño despacio y me encontré con que estaba todo en penumbra. Vi su silueta a contraluz de la luminosidad de la farola de la calle e intuí que llevaba una falda muy corta y top muy ajustado ya que sus pechos parecía que iban a reventar la tela.

    Lentamente me acerqué, sigilosamente hasta situarme cerca de ella. Contenía mi respiración y sentía el corazón galopar violentamente bajo mi pecho. Ella estaba allí de pie, inmóvil como esperando que saliese de alguna parte. Pude verla mejor y estaba impresionante. Vestía una falda de tubo muy ajustada, elástica, que se pegaba a su piel, y un top de tiras muy escotado que mostraba ampliamente esos hermosos pechos.

    Entonces, en un rápido movimiento me abalancé sobre ella, haciéndola caer al suelo. Tapé su boca para que no gritara y con la otra mano subí su corta falda. Llevaba una tanga negro muy escotado, por lo que empecé a magrear su culo y a separar sus piernas. Ella se revolvía pero mi peso la aplastaba. Mi mano se abrió paso entre sus muslos y comencé a acariciar su rajita por encima del tanga. Ella balbuceaba con la boca tapada diciendo “¡No!, ¡para!”, pero sentía como la tela del tanga se metía entre sus labios y estos estaban ya húmedos. Froté su clítoris y sentí como su cuerpo reaccionaba, como su voluntad cedía y los esfuerzos por zafarse de mi peso eran menos intensos.

    Lentamente separé mi mano de su boca y, como esperaba, en lugar de gritar, suspiraba. Acaricié sus labios con mis dedos y ella empezó a chuparlos lascivamente. La otra mano se deslizó en su sexo y empecé a penetrarla con dos dedos. Estaba completamente mojada y mis dedos resbalaron en su interior con suma facilidad. Sus caderas comenzaron a moverse buscando sentirlos más adentro, estaba perdiendo el control.

    Le di la vuelta y vi en su rostro la misma excitación que su cuerpo demostraba. Acerqué mis labios a los suyos y los mordisqueé, descendiendo por su cuello hasta llegar hasta su escote. No llevaba sujetador bajo el top, y sus pezones se marcaban bajo la tela. Con los dientes liberé uno de sus pechos de la opresión de rojos, deleitándome con su intenso olor a deseo. Lo atrapaba con mis labios al tiempo que sentía los suyos aprisionar el tallo de mi pene como una ventosa. Su lengua, dentro de su boca, relamía mi glande, dándome un placer muy intenso. En compensación, sin dejar de lamer su hinchado clítoris, comencé a penetrarla con el peine. Parecía que no iba a caber, pero entró sin dificultad. Al sentirlo dentro de ella, se convulsionó se tragó todo mi rabo hasta los huevos. Era la primera vez que una chica conseguía metérsela toda porque la genética fue generosa conmigo en ese aspecto.

    Sentía su garganta en la punta de mi sexo y aquel calor me estaba poniendo muy cachondo. Empecé a penetrarla bruscamente con el cepillo, metiéndoselo hasta el fondo salvajemente. Sentía sus gemidos ahogados por la carne y su cadera moviéndose arriba y abajo al ritmo de mi muñeca. Con la mano libre agarré su trasero y deslicé mi dedo hasta la entrada de su ano, habiéndolo mojado previamente con los flujos que empapaban toda su entrepierna. Aumenté el ritmo de mi lengua y de mi muñeca, de forma que se quitó la polla de la boca para dejarse llevar por los gemidos. Estos se volvieron más intensos y en el momento en el que sentí como empezaba a correrse, introduje mi dedo en su ano lo que la hizo estallar en un grito desgarrador. Parecía poseída, sobresaltándose con espasmos mientras yo trataba de no parar pese al movimiento.

    Cuando dejó de gemir se quedó tendida en el suelo, respirando muy agitadamente. Me separé un poco, dejando el peine dentro de ella, y la observé. Tenía los ojos cerrados y su melena riza se extendía por la baldosa. Su boca estaba abierta y tenía los labios hinchados de la violencia de la mamada que me acaba de hacer. Su top estaba descolocado teniendo un pecho fuera y el otro viéndosele el pezón. Por último llevaba la falda a modo de cinturón, y los jirones de su ropa interior habían quedado a la altura de la rodilla. Su sexo estaba rojo e hinchado, palpitante, con aquel peine ensartado en él.

    Sin mediar palabra la agarré por el pelo y la hice darse la vuelta, ella balbuceó “más no, por favor”, pero hice caso omiso a su súplica, estaba demasiado caliente. La coloqué a cuatro patas y, tras lubricar su ojete con la punta de mi mango, empujé de golpe. Sólo conseguí meter la punta, pero sirvió para que ella despertase de su atontamiento con un alarido de dolor. Amarrándola por el pelo seguí sodomizándola, echando su cabeza hacia atrás, mientras la embestía. Mi polla a cada golpe de cadera se iba introduciendo más en su culo, mientras ella se encontraba inmersa en una mezcla de placer y dolor mordiéndose el labio entre intensos gritos.

    Solté su pelo y sostuve sus caderas con fuerza para penetrarla mejor. Podía sentir como la estrechez de su recto cedía a mis empujes, mientras observaba como ella se sostenía apoyando sus palmas abiertas sobre la fría baldosa. Veía sus pechos colgar y balancearse con cada penetración, lo que me incitó a echarme hacia adelante y agarrarlos con fuerza con ambas manos. En esa postura podía metérsela hasta el fondo y morder su cuello al mismo tiempo lo que hizo que aún jadease con más fuerza. Sentí como se corría varias veces mientras la enculaba, y ella se masturbaba con el peine, lo que me animaba a follármela aún con más violencia.

    Cuando sentí que no aguantaba más me separé de ella y la puse boca arriba. Me quedé quieto con el rabo muy tieso, a punto de estallar, observando como ella se seguía masturbando, se la hundí hasta los huevos y llené su culo de semen mientras ella estallaba en un genial orgasmo, saqué mi verga y miré su rostro.

    La expresión de su mirada recuperó la inocencia y la simpleza del principio y me quedé asombrado con la metamorfosis. Entonces, mientras se recolocaba el top y la falda (ambos manchados de semen), se acercó y me besó. Me miró fijamente y me dijo que había sido un cabrón clavando sus pupilas en las mías, para después sonreírme con picardía y decirme que no le importaría repetir.

    Desde entonces es ella quien me corta el pelo y yo le pago sin dinero, así salimos los dos ganando. Por eso siempre que voy pido cita para ir fuera de hora y ella me espera con las ropas más insinuantes que os podáis imaginar.

    Fuente: www. sexologas .com


    votre commentaire
  • Lentamente se lo comencé a ir introduciéndoselo, al principio Rosario chilló de dolor un poco, y yo a pesar de mi gran interés por metérselo por completo dentro de su culo me detuve, fue cuando ella como tomando apoyo con sus manos echó todo su cuerpo para atrás de un golpe, a la vez que daba un tremendo grito de dolor y placer. Yo sentí como mi verga se abría paso entre sus carnes y tripas.

    Ante todo quiero darle las gracias al licenciado por haberme escuchado, y en su momento el haberme dado tan buenos consejos.

    Todo comenzó cuando un compañero de trabajo, que por casualidades de la vida tiene el mismo nombre mío, y que para los efectos llamaré Ramiro. Bien Ramiro (el blanco, ya que yo soy Ramiro el negro) regresó de su luna de miel, y el primer día de estar con el grupo de la oficina comenzó a contar con lujo de detalles íntimos, todo lo que su mujer y él hicieron durante la semana que disfrutaron de un crucero por las islas del Caribe. Estando escuchándolo, me parecía mentira que un hombre se expresase así de su mujer.

    Ustedes dirán, y ¿Que es lo que tú estás haciendo ahora?. Pero es muy distinto, por una parte ustedes no saben ni quien es mi mujer ni quién soy yo, por lo que esto de escribir sobre lo que nos ha pasado, yo entiendo que en gran parte me ayuda a mi de cierta manera, y por otra parte puede que entre los lectores ya sean mujeres u hombres, alguien se encuentre en una situación similar a la que yo pasé, y esto le pueda servir de forma alguna.

    Bien, Ramiro desde que llegó a la oficina no dejaba de hablar de las veces que mantuvo sexo con su esposa, y como lo fueron haciendo durante toda la travesía, por lo que sin querer nos fuimos enterando de que su esposa es una mamadora incontrolable, que además es de las mujeres que prefiere que le den por el culo la mayoría de las veces. Cosa que aparte de calentarme mucho el estar escuchándolo, por decirlo de alguna manera sembró en mí la semilla de la curiosidad, ya que yo en mis quince años de casados nunca he realizado con mi mujer. Una vez cuando joven le cogí el culo a una vieja vecina de la casa, pero más fue el desagrado que pasé cuando saqué mi vástago todo lleno de mierda, que nunca más intenté volver a tener sexo con alguna otra mujer por ese tan particular lado.

    Continuando con las cosas que Ramiro nos contaba, les diré que en ocasiones me daba vergüenza y lástima el solo escucharlo, ya que me imaginaba que apenas él salía de su casa, por lo que él nos contaba, su mujer sería capaz de pararse desnuda en la puerta para invitar a cuanto macho pasase para que se acostase con ella, ya que cuando nos relataba las andanzas de ellos dos en el crucero, nos relató que la primera noche que pasaron en alta mar, los dos se encontraban caminado por una de las cubiertas del barco, cuando a ella se le ocurrió jugar al esconder con Ramiro, finalmente la encontró dentro de uno de los botes salva vidas, pero completamente desnuda, y con su culo abierto para que él se lo metiese, cosa que no dudo que pudo haber hecho en ese momento.

    Cosas así nos fue contando Ramiro, al parecer son tal para cual, ya que según nos relató más tarde, cuando los dos se encontraban en el baile y cena del Capitán, mientras bailaban una balada con sus cuerpos bien juntos, a nuestro compañero de trabajo se le paró su verga, y al parecer siguió los dictámenes de la cabeza que no piensa, por que según nos contó agarró a su mujer y salió fuera del salón, y en uno de los corredores o pasillos del barco, se sacó su verga y ella se agachó para mamársela de inmediato, suerte que todos se encontraban en la cena del Capitán.

    Ustedes comprenderán que uno no es de hierro, y el estar escuchándolo casi todo un día el hablar así sobre su luna de miel le despierta la libido al más dormido, y yo no soy la excepción que confirma la regla. Por lo que desde que salí de la oficina o mejor dicho desde que lo escuché hablar así en la oficina, me preguntaba a mí mismo, como sería comerle el culo a mi mujer o que por lo menos que me lo mamase, mi mente fue dando vueltas a esa pregunta, hasta que al fin me decidí hacerlo. Pero yo no contaba con la colaboración que tenía mi tocayo.

    Rosario, mi mujer, es de fuerte convicciones religiosas, al igual que yo, lo que me hacía mucho más difícil el tocar el tema. Fue cuando al pasar los días me di cuenta que eso me estaba obsesionando, a tal grado que no podía pensar en otra cosa que no fuera en el culo de mi mujer, en cierto momento llegué contemplar la idea de sodomizarla a la fuerza, pero no soy hombre de eso, también llegué a pensar en emborracharla o drogarla a tal grado que metérselo cuando estuviera sin sentido, pero me pareció la acción propia de un cobarde por la que la rechacé casi de inmediato, también pensé en pagarle a una puta para comerle el culo y que me lo mamase, pero el solo pensar en poder contagiarme con una enfermedad venérea, me desilusionaba. Con que cara me le presentaría a Rosario luego, en fin ya únicamente me quedaba el tratar de hacerlo a la buena, pero la primera vez que lo intenté me quedé con la carabina al hombro, quiero decir no pude ni tan siquiera metérselo en su coño, ya que Rosario se molestó conmigo como era de esperar, y esa noche cerró sus piernas y de aquello nada.

    Lo peor era que mi mujer tiene muy buenos muslos, y por ende un culo hermoso, y la muy condenada los fines de semana, cuando hace la limpieza de la casa, se embute dentro de unos pequeños pantalones cortos que me tiene todo el día enfermo, ese sábado me la llevé a nuestro dormitorio y aprovechando que nuestros hijos, una pareja de catorce y trece se encontraban en casa de sus abuelos, comencé a jugar con mi mujer, la cosa fue que terminamos los dos en la cama, haciéndolo como de costumbre, pero con la pequeña diferencia que de vez en cuando mis dedos rozaban el hueco de su culo, lo que me excitaba tremendamente y a ella parecía no molestarle, o sencillamente no le prestó la atención necesaria.

    A la semana siguiente, Ramiro continuaba hablando de como le fin de semana pasado le había comido el culo a su mujer en la casa de los padres de esta, mientras que los visitaba. Eso provocó el que yo perdiese la concentración, y a la vez cometí un error en una de las computadoras de la oficina del Licenciado, que me costó todo el día y parte de la noche el corregir, al día siguiente el licenciado me citó a su oficina, y lejos de venir a joderme con lo que yo había hecho, me preguntó de manera muy afable que era lo que estaba sucediendo, ya que había notado que el nivel de producción dentro de la oficina había bajado mucho, y él no comprendía la razón, fue cuando le comenté sobre las narraciones que nos hacía Ramiro sobre su luna de miel y sobre su vida íntima matrimonial, eso le aclaró el panorama de la oficina.

    Cuando yo pensaba que la conversación estaba terminada, el licenciado continuó charlando conmigo, y hasta me ofreció un whisky, y me hizo ver lo tenso y nervioso que me encontraba, fue cuando tras charlar informalmente un rato, le conté que gracias a las narraciones de Ramiro, tenía una obsesión de comerle el culo a mi mujer, y de los inconvenientes que había tenido, eso le produjo mucha gracia a mi jefe y tras pensar en silencio un rato, me dijo que tanto mi esposa como yo estábamos invitados a su hacienda el fin de semana, pero que dejásemos los críos con lo abuelos.

    Luego me dijo que ese fin de semana compartiríamos con su novia, y que además también invitaría a Ramiro y a su recién casada esposa.

    Al siguiente sábado cuando llegamos a la hacienda del Licenciado, desde que llegamos nos trataron a cuerpo de rey, su novia es un personaje público a la cual mi esposa le tiene mucha admiración por su desempeño como jefa de una agencia de gobierno. Ramiro llegó algo más tarde con su recién casada esposa, realmente yo esperaba ver toda una hembra, pero me desilusioné la tipa apenas y hablaba, casi no tenía senos y su culo se veía casi insignificante comparado con el de mi mujer, eso sí tenía una boca inmensa, quiero decir sus labios son muy gruesos o grandes, que se yo, la cosa era que los tenía grandes. En una de esas nuestro jefe, mi tocayo y yo, salimos a montar a caballo, mientras que las chicas se quedaron tomando el sol en la piscina de la hacienda.

    Cuando regresamos, creo que noté que algo había cambiado en el ambiente, posteriormente el domingo en la noche estando en casa, Rosario mi esposa me contó todo lo que hablaron ellas tres. La cosa fue que luego de montar a caballo y practicar una especie de caza, regresamos a la casa de la hacienda del Licenciado, luego de que compartimos un rato me di un baño, y en la noche había una pequeña fiesta con músicos y todo lo demás, quiero decir comida y bebida, fue cuando mi jefe me llevó aparte y me dio varios consejos, entre ellos me dijo, que de lo que estaba bebiendo su mujer yo no tomase ni una gota, lo segundo que cada vez que pudiera la sacase a bailar y lo hiciera lo más pegado que pudiera a su cuerpo el mayor tiempo posible, que cuando tuviese una oportunidad le susurrase a su oído lo bella que estaba y lo buena que se veía en ese orden, además me preguntó cuándo fue la última vez que yo le había mamado el coño a ella, yo me quedé en silencio y él comprendió que jamás le había hecho eso a mi mujer, y me comentó, Ramiro, tienes que ver eso como una de las negociaciones de la oficina, en todo negocio se intercambia una cosa por otra, es recomendable que estés dispuesto a dar placer para obtener placer, y diciendo eso se retiró de mi lado para concentrarse en su novia.

    Casi de inmediato puse en práctica sus consejos, y medida que la noche avanzaba me fui poniendo más y más atrevido, mi verga erecta y caliente se aplastaba contra su cuerpo, al principio ella estaba algo recatada, pero con el pasar de la noche la música y los tragos Rosario se fue desinhibiendo, a tal grado que fue ella la que me prácticamente me arrastró a nuestra habitación esa noche, al llegar de inmediato nos comenzamos a besar, como teníamos años que no lo hacíamos, mis manos fueron recorriendo todo su cuerpo con toda la ropa puesta, la que nos duró muy poco tiempo encima, a medida que avanzaba el tiempo ella me fue desnudando a mi y yo a ella, cuando me tocó el quitarle sus pantaletas, se las retiré mientras que permanecía de pie frente a ella, fue cuando comencé a pasar mi lengua por sus pies, para luego ir subiendo hasta sus rodillas al mismo tiempo que mis manos acariciaban sus piernas abiertas y parte de sus bien formados muslos, finalmente me encontré frente a frente con su húmedo coño, por unos instantes lo dudé, pero finalmente me decidí a enterrar mi cara en esa negra pelambre.

    Para Rosario fue casi una sorpresa, dio un quejido largo y profundo de placer, y colocó sus manos sobre mi cabeza, con las que me apretaba con fuerza contra su sabroso coño, lentamente fui cambiando de posición hasta que sentí una de las cosas más sabrosas que en mi vida yo hubiera sentido, era algo entre húmedo y caliente que comenzaba a ser pasado por sobre mi pene, para posteriormente comenzar a chuparlo, yo por mi parte continuaba mamándole el coño a mi mujer, mientras que ella a su vez me daba una tremenda mamada de verga, en mi frenesí mi boca chupó su clítoris un sin fin de veces, mi lengua se enterró en su vagina y jugó con sus labios, se los chupé y mordí con cariño hasta que la escuché gemir de placer una y otra vez, me encontraba de los más entusiasmado con ese sabroso descubrimiento, al tiempo que mi mujer me chupaba y mordisqueaba sabrosamente mi verga, y en ocasiones su lengua se dirigía directamente a mis cojones, justo cuando me encontraba a punto de venirme en su boca, para mí era evidente que Rosario durante ese corto lapso de tiempo había alcanzado más orgasmos que los que le pude haber producido en lo que iba del año, fue cuando se me ocurrió continuar pasando mi lengua por aquel oscuro lugar tan cuidado por ella, nuevamente dudé por unos segundos, el recuerdo de la relación con aquella vieja por poco me daña la noche, pero cerrando mis ojos dejé que mi lengua se enterrase entre su par de nalgas.

    Por unos instantes Rosario permaneció en silencio, por lo que llegué a pensar lo peor, pero de momento dio un sabroso grito agudo de placer y sacando mi verga de su boca dijo, Aay papi que sabroso es eso sigue, sigue no pares mi negro lindo, yo continuaba como un desesperado metiendo mi lengua dentro de su nalgas, y cuando menos lo esperaba ella cambió de posición colocándose en cuatro, al yo incorporarme y ver ese bello espectáculo del culo de mi mujer ante mí, creo que estaba a punto de que me diese un síncope cardiaco de la emoción, según me incorporaba mi lengua pasaba por sobre el colorado ojete de mi mujer y ella se cimbraba de placer, mis manos fueron tomando sus caderas, mi cuerpo se fue acercando lentamente al de ella, mi verga se encontraba completamente erecta y toda mojada por la saliva de ella, mientras que su esfínter palpitante chorreaba mi saliva, tomé con mi mano derecha mi verga y lentamente comencé a pasarla por sobre su colorado hueco, el sentir su calor me excitaba más aun si eso puede ser posible.

    Lentamente se lo comencé a ir introduciéndoselo, al principio Rosario chilló de dolor un poco, y yo a pesar de mi gran interés por metérselo por completo dentro de su culo me detuve, fue cuando ella como tomando apoyo con sus manos echó todo su cuerpo para atrás de un golpe, a la vez que daba un tremendo grito de dolor y placer. Yo sentí como mi verga se abría paso entre sus carnes y tripas, el calor que emanaba de su culo para mi era algo sublime, lo apretado de sus nalgas me hacía gozar al máximo ese momento, mis testículos comenzaron a chocar contra sus nalgas, mientras que mi mano izquierda se la comenzaba a enterrar dentro de su coño, Rosario movía su culo con una maestría solo digna de ella, yo sentía como si su hueco me estuviera chupando mi verga, sus quejidos de placer me hacían disfrutar más aun nuestra diferente relación, no se que me provocó eso pero de momento se me vino a la cabeza, el morderle su cuello y al sentir mis dientes contra su tersa piel, ella quebraba su espalda como para disfrutar más del momento.

    Finalmente me vine dentro del preciado culo de mi mujer, algo que jamás yo había pensado durante mis años de casado que se pudiese producir, el resto de la noche nos la pasamos besándonos y acariciándonos, de vez en cuando yo se la mamaba a ella y ella a mí, finalmente se lo metí en su sabroso coño para finalmente quedarnos dormidos por el agotamiento físico de ambos.

    Al día siguiente nos levantamos como si fuéramos un par de recién casados, luego de otra revolcada en la cama nos dimos una buena ducha juntos, donde jugamos un rato más, cuando por fin nos vestimos y salimos a desayunar nos encontramos con la sorpresa que lo que nos estaban sirviendo era el almuerzo, por un rato los presentes nos hicieron el blanco de sus jocosos comentarios, y tanto Rosario como yo, nos encontrábamos colorados como un par de tomates, hasta que ella con cierta gracia dijo, triste es el caso de ustedes, que por lo visto no pudieron hacer nada, por estar pendientes a nosotros, lástima. Después de lo dicho por ella, más nadie continuó molestándonos.

    El domingo en la noche me enteré, por boca de mi mujer de un par de cosas, una que la novia de mi jefe en determinado momento, comentó ante mi mujer que era bueno que los baños tuviesen bidé, al principio mi esposa no entendía ese comentario y por curiosidad le preguntó a su admirada conocida la razón de esa preocupación, la tía le comentó que a ella le encantaba con eso ya que a ella le gustaba que mi jefe le diese por el chiquito de vez en cuando, y que además no tenía que estar preocupada por salir embarazada, luego la recién casada esposa de mi tocayo reforzó dicha afirmación, así que cuando llegamos de montar a caballo, ya mi esposa había comenzado a tener curiosidad por ello. Lo otro que resultó ser una sorpresa para todos los presentes fue el enterarnos que la esposa de mi tocayo no era una ella, si no un él, y lo peor desde mi punto de vista es que él todo el tiempo lo ha sabido. Actualmente Ramiro fue trasladado a un área donde no puede distraer al personal de la agencia, con sus relatos de corte erótico o mejor dicho pornográfico, sobre él y su “mujer” y pensar lo mucho que me calentó el desgraciado con esos relatos. Pero gracias a ello, hoy en día mi mujer y yo hemos re descubierto un diferente placer sexual. Por su parte mi jefe creo que ya terminó con aquella novia que llevó a la hacienda, actualmente se encuentra relacionado con una artista o algo así.

    Autor: Las Gatitas Mexicanas


    votre commentaire
  • Cuando llevó mi cara hacia su entrepierna rogándome que le diese placer con mi boca, dejé que su rabo entrase en mi delicada boca y por primera vez, una verga de hombre tocó mi paladar. Yo sólo oía sus gemidos y sentía sus manos presionándome la cabeza con fuerza, mientras su polla expulsaba aquel líquido pastoso que sabía a menta fuerte, y que era espeso.

    Hola. Me presentaré. Me llamo Rosa, pero mi nombre de guerra en la calle, es “Roxana”. Tengo 25 años, dedicada de firme a la prostitución desde los 21. De una familia acomodada, naufragué en los estudios, más dedicada a pasármelo bien que a prestar atención a mi futuro.

    Mi carrera de derecho se fue a las nubes y con 20 años me encontré en una situación difícil. Mis padres, que no eran tontos del culo ni mucho menos, se dieron cuenta de que su niña, en vez de estudiar, llegaba a casa todos los días con una melopea de cuidado, y gracias al cielo que no se dieron cuenta de que también me ponía ciega a coca y a pastillas.

    Me parezco mucho a mi madre en el físico, ambas somos morenas, de piel trigueña, ojos oscuros y cintura de avispa, piernas largas y firmes, y melena larga, negra. Pues como digo, mi madre intentó todo para que me enmendase, pero yo pasaba totalmente de sus consejos, así que mi padre, un hombre serio y sin rastro alguno de humor, decidió que a partir de ese momento me buscase la vida. Me dejó sin tarjeta, me quitó cualquier fuente de ingresos, y me dejó muy claro que a partir de ese momento debería buscarme las pelas, como él hacía, trabajando.

    Imaginan mi disgusto. Represento como cualquier chica de mi clase social, a la típica niña pija, muy bien educada, pero sin tener ni puta idea de cómo hacer un huevo frito, que nunca ha hecho su cama, y mucho menos ha trabado amistad con esos aparatos de nombres extraños como lavadora o secadora o mucho menos, horror, aspiradora. Para eso ya estaba la chica de la limpieza.

    Así que, con mi escaso bagaje, me lancé al mercado laboral, con plenas esperanzas en mis posibilidades. Acudí a despachos de abogados, confiando en que mi maravilloso aspecto, les sedujera para que me contrataran de pasante, pero sólo recibí miradas incrédulas, y lo que es ofertas serias, fueron de tal magnitud sexual que tonta de mí, sólo lo percibí a media entrevista.

    Los que me dijeron categóricamente que no, fueron la mar de expresivos. En un bufete, me dijeron que hermosas y inútiles no eran bien vistas en su negocio. Otros fueron más directos, y después de leer mi ridículo currículo, me recomendaban vivamente enfilar mi mirada a labores más propias de una, y cito, “Mosquita sin cerebro, bella, pero intelectualmente plana”. Y eso los serios, que los otros… Uno, después de mirar detenidamente mi indumentaria, repasándome con los ojos, insinúo que podía tener un trabajo para mí. Al percatarse de mi alegría, me dijo que sólo me contrataría si estaba dispuesta a realizar ciertas tareas, que no serían precisamente administrativas.

    Imbécil de mí, no entendí lo que me quería decir, así que él, se levantó del asiento y se acercó al lado de la mesa en que yo me encontraba. Se recostó en la mesa, y con su entrepierna forrada por un pantalón de Dustin, me informó con claridad de las “tareas” que debería asumir, en caso de aceptar el trabajo. El sonido de la bofetada se debió oír con claridad en todo el despacho de abogados, y si no, mi salida de él mismo, debió ser suficientemente trasparente.

    No quiero aburriros; en otros tres despachos me dijeron lo mismo, pero más fuerte, y si no les abofetee, fue porque todos ellos me dejaron muy claro que a dónde iba y que pretendía yo con mis “méritos académicos”, sino el asumir el puesto más bajo y menos reconocido, el de puta de oficina.

    Llegué a casa llorando, sin dejar que mis progenitores me viesen, y me encerré en mi habitación, culpando a toda la sociedad de la ignominia en la que me habían hecho caer. Y no es que una fuese una cateta sexual. Para nada. Con dieciocho años, chupé mi primera polla. Ni pajas ni leches, directamente, el ex novio de una mis mejores amigas, me llevó en su coche a casa, y tras aparcar a varios metros de la puerta, me empezó a besar apasionadamente.

    Sus manos parecían cuatro, y me tocaba las tetas y el culo con un ansia que yo, en aquel tiempo algo más tonta y más tímida, me dejaba hacer con absoluta complacencia. Cuando oí que se bajaba la cremallera del pantalón, me intenté soltar de él con fuerza, protestando por su velocidad, pero él me calmó con palabras ardorosas, susurrándome palabras de amor, que me enloquecieron, y dejé que se sacara. Cuando llevó mi cara hacia su entrepierna, rogándome que le diese placer con mi boca, yo emocionada y asqueada al mismo tiempo, dejé que su rabo entrase en mi delicada boca y por primera vez, una verga de hombre tocó mi paladar.

    No recuerdo bien si el chico duró cinco minutos o más, pero también fue la primera en que tragué semen. Casi vomito de pura nausea. Yo sólo oía sus gemidos y sentía sus manos presionándome la cabeza con fuerza, mientras su polla expulsaba aquel líquido pastoso que sabía a menta fuerte, y que era espeso.

    Cuando por fin terminó de correrse, alivió su presión sobre mi cabeza y permitió que me reincorporara. Yo que esperaba un abrazo o un beso, tan sólo recibí una mirada agradecida, y un: “Joder, nena, como la chupas”, que me dejó sin palabras. Después me dejó a la puerta, me guiñó un ojo y acelerando salió de mi vida erótico sentimental, pues no quise saber nada más de él.

    Aquella experiencia me dejó bastante cortada, y por unos meses, me centré en salir con mis amigos y disfrutar, sin dejar que ningún chico me tocase ni intentase nada conmigo.

    Voy a dejar este relato por hoy. Creo que os contaré en el próximo como me desvirgaron cuando cumplí los 19 años y lo excitante que fue hacerlo.

    Videos Porno porno.net


    1 commentaire